Se reúnen todos los ingredientes para que el Covid-19 sea el Ayotzinapa de López Obrador: La inconformidad está cerca
¿Hasta qué punto la terquedad del Presidente en el caso del coronavirus le hará perder un trozo importante de la popularidad que fue labrando en 18 años de turbulenta, controvertida y falaz carrera política?
Esta es la pregunta que se hacen en corrillos políticos, sobre un Andrés Manuel López Obrador que parece haber perdido esa virtud innata en el político de advertir los riesgos para no cometer errores terribles.
¿Qué debe de estar pensando el político tabasqueño de la jugarreta maestra de un virus que puede ser capaz de robarle su botín más preciado (el apoyo mayoritario de una sociedad que obtuvo hace 21 meses)?
Por un error de cálculo parecido (al no haber advertido la magnitud de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa), Enrique Peña Nieto perdió definitivamente la confianza popular hasta dejar la Presidencia en medio del escarnio.
¿Será entonces el coronavirus el “Ayotzinapa” de López Obrador?
Porque pronto podría escucharse el estruendoso clamor de millones de víctimas del coronavirus en lo físico, lo económico y lo social.
Sí, porque todavía no protestan ni hacen valer su indignación:
· Cientos de miles de trabajadores de la industria turística (desde meseros, hasta amas de llaves. “botones” y recepcionistas, así como meseros, taxistas y ejecutivos) que ya comenzaron a perder sus trabajos al cerrar hoteles y agencias de viajes.
· Los millones de mexicanos afectados por la inevitable inflación que provocará una devaluación del peso de al menos 30 a 40 por ciento, al pasar el dólar de 19 a 25 pesos o más.
· Los miles de experimentados trabajadores de la industria automotriz, cuyas plantas de producción y ensamblado ya comenzaron a realizar paros de producción.
· Los millones de trabajadores no asalariados en las industrias de la construcción, la alimentaria (restaurantes populares, cocinas económicas, etcétera) y, en fin, el gigantesco sector informal de la economía.
· Los deudos de derechohabientes que enfermen o perezcan por el virus, al no ser atendidos adecuadamente en hospitales públicos que carecen del equipo y los insumos necesarios para atender un mal infeccioso.

· Los familiares de adultos mayores que no sobrevivan a la epidemia y que renegarán del “apoyo social” recibido (certificados de defunción a un ridículo costo de 4 mil 800 pesos).
· Las incontables víctimas de una carestía que puede ser prolongada.
Este puede ser el precio del terrible error de cálculo de un político egoísta que da prioridad a sus proyectos personales y que sacrifica las aspiraciones populares.
Es decir, el prematuro y abrupto fin de otra historia mexicana que parecía provista de un futuro más promisorio.
| ENFOQUE EDITORIAL | HECHO DIGITAL | CDMX | 22/III/2020 |